Este libro, como digo, titulado "Complicated Women", dudo que se haya traducido, pero su lectura es de alto voltaje. Va sobre la mujer en la pantalla en la "Era pre-Code". Os paso la "Introducción" para que os animeis y si algún amigo me lo pide estoy dispuesto a prestarlo, siempre y cuando, of course, se comprometa a pagar los gastos de envío y la promesa de no ratearlo.
"La mejor etapa para las mujeres de la pantalla, no fueron los cuarenta, como se tiende a pensar. Este estupendo periodo no tiene nada que ver con las hombreras cosidas a trajes sastre ajustados, ni con los sofisticados peinados de esas damas, que taladrando con sus ojos de espesas cejas a sus muchachos, encendían un doble cigarrillo al mismo tiempo para ofrecérselo a su pareja. Esa etapa de la que hablamos no tiene nada que ver con ésta en la que esas mujeres tan aparentemente libres y fuertes pedían perdón con todas sus fuerzas en los últimos diez minutos a sus correspondientes machos, sometiéndose gustosamente al matrimonio o a lo que fuera.
Naturalmente muchos de estos film de los cuarenta son absolutamente geniales y gustan a la mayoría pero no representan ni de lejos, salvo excepciones, lo mejor de las mujeres en el cine.
La mejor etapa femenina fue la era pre Code. Los cinco años que distan desde el punto en el que las películas hablaron, alrededor de 1929 hasta julio de 1934, fecha en la que el terror y las medidas draconianas de las "Producciones Code" llegaron a ser ley en Hollywoodland.
Antes de el Código las mujeres escogían a sus amantes, tenían niños sin prejuicio alguno fuera del matrimonio, se quitaban de encima a maridos que no cumplían en uno o en otro sentido, gozaban de su sexualidad sin tapujo alguno, escalaban puestos sociales sin sentirse en inferioridad de condiciones a los hombres y en general actuaban en forma similar a como volvieron a hacerlo en fechas posteriores a 1968.
Precisamente por ser tan deshinibidas es por lo que se puso en funcionamiento el Código. Sí, no cabe duda de que el Codigo fue una medida preventiva para que el resto de las mujeres no creyeran que todo el monte era orégano y que en la mayoría de los terrenos, era el hombre quien pichaba y cortaba. La mujer no tenía por qué ser tan viva la virgen. Había que volver a colocar al genio en la botella y volver a mandar a la mujer a la cocina y a cuidar a los niños habidos en el matrimonio, como mandaba la ley.
Sin embargo podemos darle otro giro a este fenómeno involutivo que tiene mucho que ver con el advenimiento del director, que cobra una dimensión similar, o en ocasiones superior, a la estrella.
Sabemos que en las producciones precedentes a los cuarenta quienes realmente mandaban en los estudios eran los productores y las estrellas. El director sólo obedecía òrdenes de uno u otro, por mucho arte que le diera al asunto.
En los veinte y en los treinta el cine era un negocio reverenciado por la masa popular. Las personas y los rostros era objetos para maravillar y encandilar. Por primera vez en la historia las personas tenían el privilegio de sentarse en la oscuridad y contemplar las caras de otros seres humanos, por cierto muy hermosas, de treinta pies de altura y que hacían vibrar de emoción. La masa popular se volvió adicta de este negocio. Nadie exigía nada salvo disfrutar de las caras y la personalidad de aquellos seres que aparecían en la pantalla.
Antes de 1910 nadie había visto nunca un primer plano. Esto era algo impensable, porque en la vida real no puedes apreciar esa cercanía de un rostro. Aquello era un nuevo privilegio que propició un delirio amoroso del público hacia el actor o la actriz que mostraba su preciosa cara en la pantalla.
La imagen - dar pública idea de una personalidad- lo era todo. Los estudios presentaban esas imagenes de varias formas, dependía de la capacidad y la inteligencia. Unas veces de forma torpe, otras de forma ágil y en ocasiones envueltas en una gran sofisticación y glamour...Pero, ocasionalmente, los estudios eran arrastrados por la fuerte personalidad de un intérprete...entonces se creaba algo realmente poderoso y socialmente importante.
Greta Garbo y Norma Shearer fueron dos estrellas de primer orden que emergieron durante esa era límbica de mitad de los veinte. Sus películas siguen cobrando valor en sucesivos visionados. Cuando trazamos la evolución de estas actrices, de un film a otro, vemos algo más que interpretaciones. Encontramos una suerte de historia trabajada bajo la "historia" propiamente dicha.
Estas actrices no solo utilizaban el encanto de sus caras o de sus cuerpos, revelaban en sus interpretaciones el viaje existencial de las mujeres en la década transicional de los veinte. Verlas en pantalla era ver la cultura femenina decantándose a una sensibilida moderna y ver a la propia mujer encontrándose a ella misma.
Cuando la Garbo y la Shearer comenzaron sus carreras reflejaban dos tipos de mujer en la pantalla. La imagen de la actriz estaba confinada a un estrecho rol proveniente del siglo XIX. Una mujer con encanto sexual era malvada si ejercía y gozaba de ese poder. Y naturalmente era una encantadora mujer si permanecía virtuosa, o como el caso de Clara Bow, que se enfundaba una camisita muy corta y se ponía a bailar todas las noches. Estas eran las únicas opciones: vampiresa o ingenua. Todas se movían en torno a esta variación sobre el tema.
Naturalmente, Garbo, por su natural alo de misterio, se la encasilló en el papel de vampiresa, un rol que ella odiaba, y Shearer, que irradiaba integridad se la encasilló en el papel de ingenua inocente, cosa que le frustraba terriblemente. Por tanto ellas se rebelaron y con ciertas concesiones fueron convenciendo a los responsables ejecutivos de los estudios para que fundieran estos estereotipos y se pusieran al día. Ellas comenzaron una nueva vía para las mujeres reales sin dejar de lado sus cualidades interpretativas.
Durante mucho tiempo la mujer en la pantalla, incluso hasta los sesenta, fue ciudadano de segunda clase en muchas ocasiones, pero en los veinte y hasta mitad de los treinta la mujer era dueña de las pantallas. Las mayores estrellas eran mujeres, incluso elegían a los actores que querían a su lado. Fueron contados los rostros masculinos, que durante ese periodo aparecieron en los magazines especializados.
En 1932 el Motion Picture Magazine titulaba en primera plana: NORMA SHEARER HA MATADO A NUESTRAS ABUELAS", y continuaba " Ella ha asesinado su forma de vida. Ha matado a la en otros tiempos "buena mujer". Ella ha quemado el mito de los hombres que nunca se casarían con "esa clase de mujer". Ella ha abolido, por fin, "esa clase de mujer".
Norma Shearer pasó de ser una chica agradable a una clase de mujer sofisticada y moderna. Fue la primera actriz americana que puso de moda ser una mujer soltera e independiente y que hacía gala de ello en la pantalla.
La Garbo fue en otra dirección. Ella que había sido una vampiresa se convirtió en una mujer cuya capacidad para amar y sacrificarse por ello minimizó cualquier otra emoción humana. La vampiresa había sido un simple estereotipo basado en la misoginia y la paranoia machista. Garbo la cambió y echó todo el voltaje a una visión romántica mucho más profunda y fuerte, algo que nunca antes se había visto en la pantalla.
En la década cercana a los cuarenta, cuando Shearer y Garbo se retiraron, sus destinos críticos fueron diferentes. Garbo quedó etiquetada como una de las más grandes actrices de la pantalla y fue objeto de estudios críticos, libros y documentales. Al contrario, Shearer fue por largo tiempo ignorada, olvidada y malentendida. En justicia, Shearer hubiera debido ser un icono feminista. Desafortunadamente, ella cometió dos errores imperdonables que la señalaron para la posteridad: "Romeo y Julieta" y "The Women".
Nadie podia creerse a una Shearer de 33 años en la heroina shakesperiana de 14. Era un absoluto disparate. "The Woman" era una película estupenda del maestro Cukor, y el trabajo de la actriz más que loable, pero su papel es el de una "noble esposa", justo el rol contrario a lo que venía persiguiendo.
Este binomio actoral daba la impresión de que la Shearer era algo graciosillo y vanal con la sonrisa de una Pollyanna.
Posiblemente ni la Garbo ni la Shearer fueron totalmente las responsables del cambio de imagen que dieron pero su propia personalidad propició este salto cualitativo. La película "Reina Cristina" en la que Garbo interpreta a una mujer bisexual representa la libertad expresiva sobre unos sentimientos humanos, tremenda para la época, más avanzada que un estudio podía llevar a la pantalla. Shearer en "Free Soul" llegó al límite. El camisón casi transparente que viste en una escena provocó una serie de comentarios en la revista Photoplay en la que se le criticaba que ella era, junto con Harlow, la mujer "menos vestida" de la pantalla.
En estos años que decimos hubo una verdadera erupción de talentos femeninos que no ocultaban su condición de mujeres liberadas.: Tallulah Bankhead, Constance Bennett, Joan Blondell, Ruth Chatterton, Mae Clarke, Claudette Colbert, Joan Crawford, Bette Davis, Marlene Dietrich, Ann Dvorak, Glenda Farrell, Kay Francis, Ann Harding, Jean Harlow, Katherine Hepburn, Miriam Hopkins, Carole Lombard, Myrna Loy, Dorothy MacKaill, Ginger Rogers, Barbara Stanwyck, Margaret Sullavan, Mae West y Loretta Young...todas ellas pudieron gozar aquel prodigioso periodo antes de que irrumpiera la era Code.
Muchas de ellas hicieron grandes y buenas películas y todas ellas interpretaron mujeres reconocidas hoy como "modernas", pero otras fueron engullidas por aquella vorágine moralista e hipócrita y hoy nadie se acuerda de ellas. Este libro trata de hacerles justicia."
Como digo al principio esta entrada es una traducción, que he tratado fuera lo más honesta posible con el autor pero dándole mi propio estilo. Para más información os diré que se hizo un documental sobre el libro titulado, of course, "Complicated Woman". Su visión fue la que me abrió la curiosidad sobre el libro.