Tocando el mismo hilo que Florian Henckel lanza al espectador, una melodía, una pieza sinfónica (eso es la película), llena de bondad el espiritu de los espectadores. La bondad, sinónimo de la armonía musical, que se desgrana de todas y cada una de las escenas de esta maravillosa película titulada LA VIDA DE LOS OTROS.
Buen debut, absoutamente prometedor de Florian Henckel, que ha sabido acertar en esta, su primera experiencia, tras las cámaras. Varios y prestigiosos premios le han dado las alas para conseguir ¡cómo no! el oscar a la mejor película extranjera esta misma madrugada pasada.
El gran acierto de Henckel es trazar una historia de dificil complejidad con una elegancia sencilla , dándole la duración adecuada, no por larga excesiva.
El autor enfrenta dos conceptos absolutamente contrarios: la frialdad rígida de un orden que anula todas las manifestaciones emocionales y vivenciales de la persona, y el arte como expresión libre y gozosa de los sentimientos Cuando esto dos puntos se encuentran, se produce una reacción inesperada, que está resuelta a mitad del film de una forma extraordinaria.
El escritor (Sebastian Koch) desenvuelve el regalo de un amigo, que se ha suicidado debido a la presión del Régimen socialista. Este regalo es la partitura de una sonata de Beethoven, que el dramaturgo comienza a tocar en su piano al par que dice. "Es imposible que las personas que oigan esta música no sean buenas, el mismo Lenin dijo de la Apassionata que si seguía escuchándola no haría la Revolución". En ese mismo momento vemos a Ulrich Mütte (el agente al servicio de espionaje del Régimen), escuchando lo que acaba de decir el escritor y la música que ahora se eleva hacia el recinto repleto de aparatos electrónicos. Algo estalla en la persona de este individuo, hasta ahora la maquinaria más perfecta y disciplinada. Su expresión deja escapar por sus ojos la "bondad" de la que habla el dramaturgo.
Desde ese momento, las personas que componen ese dramático trío(el escritor, su amante, Martina Gedeck, y el agente espia), van a estar indisolublemente unidas en un mismo destino trágico cuyo desenlace, como el de las antiguas tragedias, reclama una víctima.
Buen debut, absoutamente prometedor de Florian Henckel, que ha sabido acertar en esta, su primera experiencia, tras las cámaras. Varios y prestigiosos premios le han dado las alas para conseguir ¡cómo no! el oscar a la mejor película extranjera esta misma madrugada pasada.
El gran acierto de Henckel es trazar una historia de dificil complejidad con una elegancia sencilla , dándole la duración adecuada, no por larga excesiva.
El autor enfrenta dos conceptos absolutamente contrarios: la frialdad rígida de un orden que anula todas las manifestaciones emocionales y vivenciales de la persona, y el arte como expresión libre y gozosa de los sentimientos Cuando esto dos puntos se encuentran, se produce una reacción inesperada, que está resuelta a mitad del film de una forma extraordinaria.
El escritor (Sebastian Koch) desenvuelve el regalo de un amigo, que se ha suicidado debido a la presión del Régimen socialista. Este regalo es la partitura de una sonata de Beethoven, que el dramaturgo comienza a tocar en su piano al par que dice. "Es imposible que las personas que oigan esta música no sean buenas, el mismo Lenin dijo de la Apassionata que si seguía escuchándola no haría la Revolución". En ese mismo momento vemos a Ulrich Mütte (el agente al servicio de espionaje del Régimen), escuchando lo que acaba de decir el escritor y la música que ahora se eleva hacia el recinto repleto de aparatos electrónicos. Algo estalla en la persona de este individuo, hasta ahora la maquinaria más perfecta y disciplinada. Su expresión deja escapar por sus ojos la "bondad" de la que habla el dramaturgo.
Desde ese momento, las personas que componen ese dramático trío(el escritor, su amante, Martina Gedeck, y el agente espia), van a estar indisolublemente unidas en un mismo destino trágico cuyo desenlace, como el de las antiguas tragedias, reclama una víctima.