Sí, me podeis llamar de cualquier forma. Y tendreis razón. No se puede iniciar una sección y de golpe y porrazo desentenderse sin más explicaciones.....Bla, bla, bla, no hay excusa posible y punto.
Hay mucha polémica en torno a la nueva narrativa y sus concesiones al bestselerismo. Lo que nos lleva a la pregunta ¿ el hecho de leer las novelas que saturan el mercado editorial, nos convierte en personas más cultas?...¿estamos leyendo lo que nuestros viejos profesores de instituto llamaban literatura?
Como he dejado entrever en alguno de mis "excasos" post soy una gran admiradora de autores y autoras que por alguna misteriosa razón en los gustos del público actual se consideran "pasados de moda" y relegados al estante de adorno con la etiqueta de "clásicos". Hablamos de Jane Austen, Alejandro Dumas, Perez Galdós, Poe, Conan Doyle, Melville, Bram Stocker y muchísimos etcéteras. Yo me pregunto cándidamente si uno o dos de cada diez lectores conoce la obra de éstos que cito u otros similares. Posiblemente más de uno me contestaría que los temas no son actuales y que posiblemente se aburrirían con el culto lenguaje de toda esta gente. Nada más lejos de ello. Dumas me ha divertido y ha conseguido que cualquier de sus enormes tochos me enganchara durante horas.
Pero hay que poner las cosas en su lugar y dejarnos de gaitas. Al lado de toda esa pléyade de autores que han conformado la galaxia de las letras desde la leyenda de Gilgamesh hasta Julio Cortazar, por poner un ejemplo, han seguido naciendo estrellas sin parar y una de las últimas es Stieg Larsson.
A estas alturas todos sabeis que me estoy refiriendo al fallecido autor de la trilogía Millennium cuyos extensos volúmenes uno y dos se han publicado en España con los títulos de "Los hombres que no amaban a las mujeres" y "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina". Cuando escribo este post acabo de leerme de una tacada el primer título, y de las casi ochocientas del segundo me he tragado seiscientas. Lo cual quiere decir que, cuanto menos, Stieg Larsson es un formidable narrador.
Pero lo más fascinante de estas dos entregas de la trilogía (lástima que no haya más) es la protagonista de las historias: Lisbeth Salander. Esta suerte de moderno detective , hacker, como mandan las nuevas tecnologías, es una chica de veinticuatro años que está lejos de los parámetros que suelen atribuirse a las suecas.
Lisbeth es menuda, flaca, sin pechos, apenas mide metro y medio, morena, llena de piercing y con dos llamativos tatuajes: una avispa en el cuello y un dragón en la espalda. Su inteligencia está por encima de la mayoría de los mortales y toda la carga emocional que ha acumulado a lo largo de su complicada niñez y su dificilísima adolescencia se ha convertido en un arma letal, que no duda en esgrimir contra sus enemigos.
Sus enemigos, que son muchos, utilizan su modus vivendi y su extravagante comportamiento para atacarla. Algún policía homófobo la acusa de "puta bollera" porque Lisbeth no tiene el menor escrúpulo en practicar sexo con su amiga Mirian Wu (lo que obviamente no la convierte en lo que dice el "puto poli") Sus antiguos profesores y compañeros de clase no dudan en descargar todo tipo de tintes oscuros sobre su personalidad, sobre todo un tipo que la humillaba constantemente valiéndose de su fortaleza física hasta que Lisbeth le arrea un día con un bate de beisbol.
Lisbeth es tan condenadamente inteligente que es capaz de memorizar todo un informe en un plis plas y su primer jefe, el armenio Dragan Armanskij, tiene ocasión de comprobarlo y quedarse flipando con las cualidades intelectuales de la muchachita insignificante de mirada negra y dura, hasta el punto de encargarle, para asombro del resto del personal, los trabajos de investigación más difíciles de Milton Security .
Lisbeth no es una chica que calibre muy bien a los hombres. De entrada todos son enemigos potenciales, pero posiblemente haya uno del que ella bien pudiera enamorarse y éste es Mikael Blomkvist, el audaz reportero de Millennium, que es capaz de investigar en las aguas oscuras de las financias turbias, de los círculos neonazis y de los siniestros manejos de las bandas de "Trafiking" con cabeza de puente en Tallin.
Lo más impresionante de toda esta frenética narración es llegar al completo conocimiento de la compleja personalidad de Lisbeth y sobre todo cuándo y porqué ocurrió "Todo lo grande".
Naturalmente no voy a destripar nada de lo que ocurre a lo largo de estas dos extensas narraciones, pero os aseguro que hacía tiempo que una novela "negra" no me calaba tan hondo como los dos primeros episodios de "Millennium". Por las noches, estas dos novelas han conseguido que mi compañero se me cabreé porque la lucecita de la mesita de noche permanecía encendida durante horas y horas....pero es que las andanzas de Lisbeth y Blomkvist son tan adictivas que te hacen olvidar ciertos "deberes" y ambos personajes son tan atractivos que te enganchan miserablemente.
Hay mucha polémica en torno a la nueva narrativa y sus concesiones al bestselerismo. Lo que nos lleva a la pregunta ¿ el hecho de leer las novelas que saturan el mercado editorial, nos convierte en personas más cultas?...¿estamos leyendo lo que nuestros viejos profesores de instituto llamaban literatura?
Como he dejado entrever en alguno de mis "excasos" post soy una gran admiradora de autores y autoras que por alguna misteriosa razón en los gustos del público actual se consideran "pasados de moda" y relegados al estante de adorno con la etiqueta de "clásicos". Hablamos de Jane Austen, Alejandro Dumas, Perez Galdós, Poe, Conan Doyle, Melville, Bram Stocker y muchísimos etcéteras. Yo me pregunto cándidamente si uno o dos de cada diez lectores conoce la obra de éstos que cito u otros similares. Posiblemente más de uno me contestaría que los temas no son actuales y que posiblemente se aburrirían con el culto lenguaje de toda esta gente. Nada más lejos de ello. Dumas me ha divertido y ha conseguido que cualquier de sus enormes tochos me enganchara durante horas.
Pero hay que poner las cosas en su lugar y dejarnos de gaitas. Al lado de toda esa pléyade de autores que han conformado la galaxia de las letras desde la leyenda de Gilgamesh hasta Julio Cortazar, por poner un ejemplo, han seguido naciendo estrellas sin parar y una de las últimas es Stieg Larsson.
A estas alturas todos sabeis que me estoy refiriendo al fallecido autor de la trilogía Millennium cuyos extensos volúmenes uno y dos se han publicado en España con los títulos de "Los hombres que no amaban a las mujeres" y "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina". Cuando escribo este post acabo de leerme de una tacada el primer título, y de las casi ochocientas del segundo me he tragado seiscientas. Lo cual quiere decir que, cuanto menos, Stieg Larsson es un formidable narrador.
Pero lo más fascinante de estas dos entregas de la trilogía (lástima que no haya más) es la protagonista de las historias: Lisbeth Salander. Esta suerte de moderno detective , hacker, como mandan las nuevas tecnologías, es una chica de veinticuatro años que está lejos de los parámetros que suelen atribuirse a las suecas.
Lisbeth es menuda, flaca, sin pechos, apenas mide metro y medio, morena, llena de piercing y con dos llamativos tatuajes: una avispa en el cuello y un dragón en la espalda. Su inteligencia está por encima de la mayoría de los mortales y toda la carga emocional que ha acumulado a lo largo de su complicada niñez y su dificilísima adolescencia se ha convertido en un arma letal, que no duda en esgrimir contra sus enemigos.
Sus enemigos, que son muchos, utilizan su modus vivendi y su extravagante comportamiento para atacarla. Algún policía homófobo la acusa de "puta bollera" porque Lisbeth no tiene el menor escrúpulo en practicar sexo con su amiga Mirian Wu (lo que obviamente no la convierte en lo que dice el "puto poli") Sus antiguos profesores y compañeros de clase no dudan en descargar todo tipo de tintes oscuros sobre su personalidad, sobre todo un tipo que la humillaba constantemente valiéndose de su fortaleza física hasta que Lisbeth le arrea un día con un bate de beisbol.
Lisbeth es tan condenadamente inteligente que es capaz de memorizar todo un informe en un plis plas y su primer jefe, el armenio Dragan Armanskij, tiene ocasión de comprobarlo y quedarse flipando con las cualidades intelectuales de la muchachita insignificante de mirada negra y dura, hasta el punto de encargarle, para asombro del resto del personal, los trabajos de investigación más difíciles de Milton Security .
Lisbeth no es una chica que calibre muy bien a los hombres. De entrada todos son enemigos potenciales, pero posiblemente haya uno del que ella bien pudiera enamorarse y éste es Mikael Blomkvist, el audaz reportero de Millennium, que es capaz de investigar en las aguas oscuras de las financias turbias, de los círculos neonazis y de los siniestros manejos de las bandas de "Trafiking" con cabeza de puente en Tallin.
Lo más impresionante de toda esta frenética narración es llegar al completo conocimiento de la compleja personalidad de Lisbeth y sobre todo cuándo y porqué ocurrió "Todo lo grande".
Naturalmente no voy a destripar nada de lo que ocurre a lo largo de estas dos extensas narraciones, pero os aseguro que hacía tiempo que una novela "negra" no me calaba tan hondo como los dos primeros episodios de "Millennium". Por las noches, estas dos novelas han conseguido que mi compañero se me cabreé porque la lucecita de la mesita de noche permanecía encendida durante horas y horas....pero es que las andanzas de Lisbeth y Blomkvist son tan adictivas que te hacen olvidar ciertos "deberes" y ambos personajes son tan atractivos que te enganchan miserablemente.
4 comments:
Este libro lo tengo pendiente, Lola, y leer tu comentario me ha terminado de convencer de que me va a gustar mucho. De hecho se lo regalé a mi cuñada para Navidad.
Te aseguro, Alicia, que te va a pasar como a mí. No vas a poder dejarlo y cuando acabas con el primer tomo tienes que continuar el segundo porque en este otro es donde encuentras todas las claves de ese magnífico personaje que es Lisbeth. Me encanta la relación que se establece entre Michael y Lisbeth.
Haré como que no he leído nada, porque chorrocientas páginas más en la lista de pendientes me horrorizan, me producen pánico total ante la falta de tiempo, máxime cuando si miro a mi derecha veo una ristra de lomos que me miran airados con desdén y razón, y si miro al frente veo un montón de carátulas que se agitan nerviosamente.
Por suerte, a mi izquierda, los discos están encerrados y ni los veo ni me pueden mirar, aunque de vez en cuando oigo alguna melodía incitante.
Debe ser mi mente que divaga, inspirada por esas letras tuyas tan esperadas: ¡ya era hora!
Un beso.
Ya veo, Josep, que la falta de tiempo es tu problema. En realidad es el problema de todos nosotros. Poder escribir, poder leer, poder escuchar música o poder ver todas esas películas que hay pendientes.....Si a todo eso le añades la juerga, entonces la cosa se pone fea.
Me halagas Josep, pero te lo agradezco con toda el alma. Trataré de escribir de vez en cuando. Te aseguro que yo tengo bastante menos tiempo que mi compañero Anro.
Un besote
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