Saturday, June 13, 2009

MUERTE EN VENECIA

Los que me conoceis un poquito sabeis que hay unos cuantos directores puntales a los que vuelvo de vez en cuando. Uno de ellos es Luchino Visconti, del que he comentado varias de sus obras.
Hoy dedico este espacio a "Muerte en Venecia" . Considero que esta obra merece una revisión porque es un hermosísimo poema fílmico, realizado con una delicadeza que roza la perfección.

El film se abre con una expléndida secuencia del vaporeto dirigiéndose hacia la ciudad en medio de una húmeda bruma al tiempo que escuchamos el Adagietto de la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler (quizá uno de los momentos cumbres del cine en el que música e imágenes forman una perfecta simbiosis)



Un prestigioso director y compositor alemán viaja en el vaporeto que se dirige a la Ciudad de los Canales. Gustav von Aschenbach (Dirk Bogarde) un hombre que ha dedicado toda su vida al arte de forma disciplinada y ascética, pero está en un momento en el que sufre una crisis personal y artística.
El ha reservado una suite en el Grand Hôtel des Bains en la isla del Lido. Este lugar exclusivo para la alta sociedad europea bulle en los primeras semanas de la temporada. Entre los huéspedes Aschenbach dirige su atención hacia una distinguida familia polaca compuesta de la madre (Silvana Mangano) , una mujer elegante y huidiza, y sus cuatro hijos. Uno de ellos es un adolescente de rara y turbia belleza llamado Tadzio (Björn Andersen). La institutriz (Nora Ricci) no se separa un momento de los chicos.
El profesor Aschenbach experimenta un sentimiento extraño por el joven. Su turbación por este hecho llega a plantearle un conflicto. De hecho prepara las maletas y decide dejar el hotel, pero el destino juega en contra del compositor. Cuando se dispone a subir al tren, un empleado le informa que su equipaje se ha mandado por error a otra localidad.

Esta contrariedad supone un alivio para von Aschenbach, que en el fondo solo desea volver a ver al adolescente que le ha robado el corazón. De nuevo en el hotel el hombre ya no intenta ocultar su interés por Tadzio e incluso le sigue por los intrincados vericuetos de la ciudad.
A través de las callejuelas y los puentes se cierne un calor asfixiante y hay signos de inquietud en los rincones de ciertos barrios, donde se vierte desinfectante.
Aschenbach le pregunta al maitre del hotel cuál es el motivo, pero el empleado se muestra confuso y evasivo, pero ya no se puede ocultar que puede declararse una epidemia de cólera. La primera reacción del hombre es la de avisar a la madre del muchacho del peligro que se avecina, pero ante el temor de dejar de ver al adolescente le deja mudo.

La enfermedad cala en el compositor y consciente de ello acude a un peluquero donde intenta un cambio de imagen de apariencia más joven , pero el efecto del maquillaje le confiere un aspecto ridículo y afeminado.
La escena final es de un patetismo sublime. Aschenbach está sentado en una tumbona en la playa bajo un sol implacable. Su muerte se produce al tiempo que el calor va derritiendo el maquillaje sobre su rostro. Al fondo, adentrándose en el mar, la figura de un Tadzio glorioso se va difuminando entre la luz.

"Der Tod in Venedig" es el título original de la novela que Thomas Mann publicó por primera vez en 1912. La base argumental del relato la tomó el escritor del hecho histórico en la vida de Goethe, que se enamoró de un tal Ulrike von Levetzow, un joven aristócrata de 18 años, al que el escritor homenajeó en su famosa "Elegía de Marienbad". Pero hay otra raiz histórica que Mann silenció pero no su mujer Katia. Ella contó con todo detalle unas vacaciones en el primavera de 1911 a Venecia. El propio Mann se sintió atraído por un chico polaco de trece años "extremadamente hermoso", que no era otro que el Baron Wladyslaw Moes, que se le conocía por el nombre familiar de Waldzio ó Adzio. Parece ser que el tío de Katia, Privy Counsellor Friedberg, un famoso profesor de Derecho de Leipzig, exclamó fuertemente contrariado: "¡Vaya una historia¡ !Esto es una verguenza para un hombre casado y con una familia!

Visconti hizo de Aschenbach un sosias de Gustav Mahler. Naturalmente para reforzar el hecho la mayor parte de la banda sonora son piezas del compositor austríaco. Tengo que decir (puede que no sea objetivo, dado mi amor por la música de Mahler) que pocas veces ha quedado tan integrada la música en unas imágenes. Los fragmentos de la tercera y quinta sinfonía refuerzan la idea de la fugacidad del tiempo, del sentimiento de tristeza y el paralelo vital de la muerte y la vida, de la decadencia física y la explosión de una juventud radiante. Tadzio, en su adolescencia insultante, es un bello angel exterminador que aplasta a su admirador y lo funde en el fuego que ha creado.

Visconti no estaba del todo satisfecho con esta obra. Su deseo por aquella època era llevar a cabo el sueño de su vida: transformar en imágenes (tarea casi imposible) "En busca del tiempo perdido". Para el director fue también un sueño imposible, y eso que ya tenía en mente los intérpretes ideales: Alain Delon, como Marcel; Silvana Mangano como la duquesa de Guermantes; y obviamente Helmut Berger como Morel.

El máximo galardón que recibió "Muerte en Venecia" fué el BAFTA de 1972 a la mejor dirección artística. Fué nominado en Cannes y en el Festival de Cannes de 1971 como mejor film.


8 comments:

Josep Lloret Bosch said...

¿Sabes? Descubrí esta pieza mayor en la tele y siempre pensé que era en B/N, hasta que un buen día la volví a ver cuando la tele ya era en color... :-)

Me falta en la colección, ahora me doy cuenta, al leer tu sentida reseña, y deberé ponerle remedio, porque es la película que mejor mezcla el anhelo de un sentimiento con la tristeza de no poder verlo cumplido, amén de retratar también de forma cruel las diferencias de clases de la época.

Siempre me ha parecido que el protagonista ve en el joven efebo no tan sólo una belleza que le cautiva despertándole un sentimiento homosexual sino más allá, la representación de una juventud idílica con una pureza que él mismo ya ha perdido.

Evidentemente, la condición de homosexuales confesos de Visconti y Bogarde da una lectura más sexual a la película, pero no creo que para Visconti fuera tan sencillo. De hecho, el jovencito ése tiene unas facciones tan femeninamente delicadas que fácilmente podría pasar por una adolescente.

Siempre pensé que Visconti, al realizar el casting, buscó un joven que pudiera parecer angelical; ya sabemos que los ángeles son bellos y asexuados y que el más bello se llama Lucifer, lo cual nos lleva indefectiblemente a la perdición de quien le sigue.

Y todo con la elegancia visual marca de la casa Visconti.

Un abrazo.

alicia said...

Creo que ya sabes que es mi película fetiche, y que tengo un antes y después de haberla visto. La fusión de Visconti con Mahler y Mann fue perfecta y creo que hizo muy bien cambiando la profesión de Aschenbach de escritor a músico para adaptarlo a la pantalla. La primera y última escenas, inolvidables,exquisito Bogarde e insuperable la belleza de Tadzio, que para mi lo que personifica es la perfección que tan deseperadamente buscó Aschenbach sin encontrar, ya que sólo existe en la muerte. Bellísima.

Miquel Gimenez said...

Querido amigo, ésta es una de ésas películas que me destruye cuando la veo por la belleza que contiene. Y la belleza siempre tiene un punto de crueldad y de decadencia, de ahí que Bogarde y Venecia sean una simbiosis perfecta para ilustrar la metáfora del amor imposible y, en esencia, real justamente porque es inalcanzable.
Visconti siempre es - y digo bien, es - grande, enorme, dulcemente triste. Una gran figura del cine. Por cierto, felicidades por el blog, que me parece de una calidad y una claridad de conceptos verdaderamente notables. Un abrazo, y nos leemos! ^OO^

ANRO said...

Josep, yo la descubrí, como todas las grandes obras de los setenta en Londres. Nunca me cansaré de nombrar en este blog a mis amigos londinenses Nigel y John, que me impregnaron de un entusiasmo tremendo por el cine.
El sentido que Mann quiso dar a su novela, y que en cierta forma también le dió Visconti, lo entronca con la mitología griega.
Apolo y Dionisio, el enfrentamiento de ambos es el nudo de la cuestión.
El primero es el dios de la razón y del intelecto; el segundo representa la pasión y la sinrazón.
Ambos dioses son los que luchan en la persona del compositor Aschenbach.
Es curioso que en el tiempo en que Mann escribió "Muerte en Venecia", las tendencias literarias de la época tendían a contraponer los conceptos apolineo-dionisiaco. Segurmente tanto Mann como E.M.Foster estaban muy influídos por Nietzche.
Llevas razón en que la película va más allá de la simpleza del tema homosexual. Lo que atrae a Aschenbach de Tadzio es su gloriosa belleza, por otra parte completamente intangible, de ahí el conflicto y de ahí el desenlace, que no podía ser otro que la muerte y la visión de la luz.
Un abrazote.

ANRO said...

Sí Alicia, conozco lo mucho que te gusta Visconti, lo que no sabía es que "Muerte en Venecia" era tu peli fetiche. Te puedo asegurar que cada vez que vuelvo a verla se me ponen los pelos de punta cuando comienzan los títulos de crédito. Todos los actores están geniales. Naturalmente Dirk Bogarde está absolutamente genial.
El maldito Ken Rusell, dios le condene, parodió en la execrable "Mahler" una escena de esta peli con un sosias de Tadzio mariposeando delante del músico...gragc¡
Un abrazote

ANRO said...

Bienvenido Miquel. Bien dices, y todos coincidimos, en que esta peli desarma cuando se ve. Es y sigue siendo una metáfora perfecta del ser humano persiguiendo lo imposible, el sueño.
Tenía la intuición de que nuestra mutua pasión por Mahler te haría acercar a este rincón.
Muchas gracias por tus elogios, que redundarán en un esfuerzo mayor por mi parte, para estar a la altura de las circunstancias.
Un abrazote.

DECKARD said...

La tengo en DVD pendiente de revisión porque la vi en unas condiciones bastante penosas y aun así me encantó.

Situación: Salamanca, Filmoteca de Castilla-León, hasta ahí vamos bien. La cosa se empieza a torcer porque no se trata de una proyección en pantalla grande, sino de una de esas sesiones de vídeo reservadas, con lo cual: primera hora de la mañana, copia en VHS (por aquel entonces el DVD era ciencia-ficción), pantalla de TV enana y silla demasiado incómoda para una película de esa duración. Por suerte, estaba en VOS y en Widescreen, las dos condiciones por las que estaba dispuesto a sufrir las otras incomodidades.

A pesar de todo, fascinación absoluta de principio fin y juramento de adoración eterna al señor Visconti (tras el visionado de "El Gatopardo" ya es adoración interplanetaria).

Como ya habéis sugerido, más que una simple historia de índole homosexual, se trata de una metáfora visual en torno al carácter efímero de la belleza y su inevitable decadencia con el eterno enfrentamiento entre Eros y Tanatos como fondo.

Un saludo!

ANRO said...

Bienvenido Sr. Deckard. Su visita es muy, pero que muy grata. Stupendo de volver a saludarte.

Visconti tiene el poder de fascinar. Y prueba de ello es que siempre que me detengo en alguna de sus obras, los amigos suelen añadir sus propias impresiones.

Gracias a la tecnología hoy podemos gozar de un visionado y un sonido que brillaba por su ausencia cuando pudiste ver esta obra por vez primera en Salamanca.
Estás en lo cierto en el verdadero trasfondo de la obra, desgraciadamente en su día no pudo verse en España por la connotación, en aquellos tiempos "escandalosa", homosexual. ¡Lamentable!
Un abrazote.