Aviso a los amables lectores que pasen por esta página que hoy no voy a escribir sobre cine, al menos de forma directa. Me apetece contaros una historia. Ya se que a veces pecamos de plastas con este tipo de cosas pero ¡al cuerno!, escribiré el cuento y si os place mejor para todos.
Lo cierto es que esta historia ocurrió en realidad hace algunos años. Para más señas comenzó en un lugar muy concreto de Londres cercano a la estación de Paddington. Allí en Spring St. existía un pequeño restaurante donde un buen amigo trabajaba de camarero. Yo andaba superando un grave bache vital, y había conseguido un empleo más que aceptable en el Hotel Paddington British Railways. Cuando acababa mi faena a las cuatro de la tarde solía pasarme por el establecimiento de mi amigo. Sobre esa hora él también acababa la faena y solíamos sentarnos y cambiar impresiones mientras nos deleitábamos con una de las mejores aple pie de Londres, y alguna birrita.
Un día este amigo me propuso acompañarle al Albert y Victoria Museum, porque había venido su hermana de Canarias para pasar un mes de vacaciones y como no tenía tiempo de atenderla "la he botado allí" me dijo con sorna.
- No me jodas, Juan, estoy cansado como un perro y lo menos que me apetece ahora es conocer a la pueblerina de tu hermana.
- Venga hombre, aunque sea por los postres que te largo y que no pagas , bien puedes hacerme el favor de entreterla un poco. Todo sea por los amigos ¿o no?
Un poco molesto por el chantaje acompañé a mi amigo. Juan se había comprado un viejo Ford amarillo y al menos me pude repantigar a gusto mientras liaba un canuto. Por aquella fecha yo era muy indolente en mi aspecto exterior y cualquier persona decente se hubiera apartado discretamente de mi lado.
Cuando llegamos al Albert y Victoria yo me quedé alucinado. En la puerta nos esperaba una preciosa muchacha. Su melena negrísima hacía contraste con un vaporoso vestido blanco. Nos sonreía abiertamente al tiempo que agitaba uno de sus brazos en ademán de saludo. Se había descalzado (era un caluroso día de finales de Mayo) y su aspecto natural y desenfadado me dejó descolocado. Lola no era una pueblerina, ni mucho menos, sino una maravillosa criatura que de golpe se pegó a mi corazón de forma irreversible.
Mi amigo Juan quedó totalmente relegado del cuidado de su hermanita vacacional. Yo, muy gustosamente tomé el relevo, para preocupación de él, que me conocía muy bien. Lola y yo iniciamos unas relaciones muy precoces (Bergman tuvo la culpa) y cuando quedaban muy pocos días para que a ella se le cumplieran las vacaciones (aunque le habían dado permiso en inmigración para quedarse tres meses) le comunicamos a su hermano que Lola no volvería a Canarias.
A Juan no pareció gustarle la idea. Su familia era muy conservadora y podría haber un conflicto muy grave. Nos aconsejó que pensáramos en lo que nos metíamos, pero sobre todo a mí me dió una advertencia muy seria. Si comprometía a su hermana y la colocaba en un callejón sin salida lo pagaría muy caro (el aviso me olió a honor siciliano, por aquello de las islas, que yo no conocía).
Afortunadamente, creo que los dioses velaban por nosotros, la familia encajó más o menos bien que su hija hubiera encontrado un novio en Londres, pero no se fiaban de todo lo que les decía su hijo Juan y querían saber sobre el supuesto galán.
Hacia los dos meses Lola y yo formábamos pareja, ubicados en mi parte del flat que Nigel me tenía cedido en Brixton. Y por aquella fecha se recibió una embajada procedente de Ingenio. Era un maestro, profesor de inglés que había venido en viaje de estudios a Londres. La madre de Lola, que conocía al dichoso maestro, le suplicó que por favor recabara información de todo lo que estaba ocurriendo entre su hija y yo.
No podíamos seguir fingiendo porque aquel tipo nos cogió prácticamente infraganti, así que le rogamos que no dijera nada a los padres de Lola. El hombre, muy comprensivo, nos prometió dar solo buenos informes.
Sin preocuparnos de nada ni de nadie Lola y yo vivíamos nuestro romance veraniego con toda la plenitud de la estación. Incluso nos mudamos a un flat propio para los dos, a pesar de las insistencias de Nigel , que no le importaba que siguiéramos viviendo en su casa. Hoy, al cabo de los años, pienso cómo pudieron irnos tan bien las cosas, porque ciertamente estábamos cometiendo una verdadera locura, pero a veces para ser feliz en la vida hay que ser un poco loco.
¡Y decidimos casarnos!. No me pregunteis cómo sólo a los tres meses de habernos conocido surgió esa idea , pero salió bien empitonada. Bien es verdad que yo estaba en la treintena (la edad de la razón, más o menos), pero no había un proyecto claro de futuro. Mi situación en Londres era estable, porque justamente por aquellos días había adquirido el status de "ciudadano británico", pero no estaba para tirar voladores y la situación de Lola rozaba la ilegalidad y estaba pisando sobre cristales.
Decidimos saltarnos todos los obstáculos del mundo y empezar desde cero. Ella rompió con un novio que tenía en Canarias, avisó en su trabajo que no volvería y dejó a su familia de piedra cuando les comunicó nuestra próxima boda.
La primera pregunta que le hizo su madre iba acompañada de un angustioso interrogante: "¿Estás embarazada, hija mía?". No era ese el motivo de nuestra boda, os lo puedo asegurar.
La cuestión era que yo no quería casarme por la iglesia. Sobre ese punto no cabía discusión posible y a fe mía que no la hubo. Lola aceptó sin la más mínima pega. Fijamos la fecha para el día 24 de Agosto, día de mi cumpleaños. Pero como aquel año esa fecha caía en domingo y no abrían los juzgados decidimos que sería el sábado día 23.
Nuestros testigos serían mi buena amiga Yolanda y Juan el hermano de Lola. Nigel y John irían en calidad de comparsas y John haría al mismo tiempo las correspondientes fotos.
El sábado nos levantamos temprano. Lola se vistió con un vestido largo negro que habíamos comprado en una tienda en Kensington por quince libras. Yo le pedí prestado a Nigel un traje blanco. Me quedaba un pelín grande pero me gustaba mucho. Como vivíamos en Vauxhall nos montamos en la guagua que nos llevaba a Taybridge Road, donde nos esperaban los testigos y acompañantes. De allí partimos en un Audi y en el Ford de Juan hacia Wandsworth Town Hall. Yolanda le regaló a Lola un ramo de claveles multicolores.
Cuando llegamos al juzgado, a John se le ocurrió preguntar si teníamos preparados los anillos.
- ¿Qué anillos? -pregunté yo sorprendido.
- Pues los anillos de compromiso, of course. -contestó John
- Yo pensé que esos cacharros se usaban solo en las bodas religiosas. -expliqué yo con ingenuidad.
Todos nos quedamos sin saber qué hacer. Yolanda, que era muy dispuesta para estas ocasiones encontró la solución.
- Venga, los míos valen para la ocasión. Despues ya tendreis ocasión de compraros los vuestros (Conservamos dos anillos de plata muy finitos que nos costaron 50 peniques)
Uno de los anillos era una serpiente entrelazada y el otro era su propio anillo de boda de Yolanda.
Cuando una hora despues el juez mandaba traer los anillos, ceremoniosamente colocados en un cojincito de terciopelo rojo y portados por un ujier ataviado con peluca, el magistrado, sin perder su compostura inglesa no pudo evitar un leve respingo cuando ojeó uno de ellos. Naturalmente el de la serpiente, que dificilmente entró en mi dedo hasta la mitad.
Nuestro festín de boda se celebró en el salón del 14 de Thorpack Rd. y sólo asistieron quince buenos amigos. Ocurrió un pequeño desastre. El hijo de John y Yolanda, el pequeño Jo no tuvo otra ocurrencia que abrir la cámara fotográfica de su padre y velar todas las fotografías de nuestra boda. Sólo se salvaron tres o cuatro de Lola, como esa tan bonita de arriba.
La crónica del evento terminaría aquí.......pero hubo una pequeña continuación.
Los padres y familiares de Lola exigían una boda religiosa, porque una boda civil era papel mojado. Hasta el cura del pueblo de Ingenio bramaba por santificar nuestra unión. Para más inri en la embajada española en Londres nos dijeron que el documento que acreditaba nuestra boda civil era válido para tramitar nuestro libro de familia, pero había una condicion indispensable. Dado que no había ceremonia católica tendríamos que hacer una especie de "adjuración" delante de testigos como que renunciabamos a la fe católica. ¡Increíble!
Tanto Lola como yo decidimos claudicar y hacer una pantomima. Un mes más tarde, el 21 de Septiembre, contraíamos matrimonio, como dios manda, en la iglesia de San Francisco del distrito de Vauxhall. A pesar de que era domingo tenía turno de siete a doce en el hotel. Pedí permiso al cheff para marcharme una hora antes y allí mismo en los vestuarios cambié mi traje de cocinero por el traje de boda y oliendo a fogones me trasladé a la iglesia donde esperaba Lola con los padrinos. Aquí si hubo documento gráfico.
Pero las fotos no sirvieron para que el personal constatara que se había celebrado una boda "legal". El nuevo traje de boda parecía acusar cierto embarazo. Lo cual no era cierto, porque nuestra primera hija nació 20 meses después. No obstante mi suegra no enseñó aquellas fotos a la familia. Aquel domingo no hubo propiamente celebración. Nos fuimos a casa y por la tarde subimos a Picadilly Circus, porque en un cine cercano a la zona proyectaban "El último tango en París".........Veis como al final siempre hablamos de cine. Pues eso.
Este evento, el de nuestra boda civil, celebrada el 23 de Agosto, es la efemérides que celebramos este fin de semana, junto con nuestros dos hijos y los correspondientes arrimados. Seguidamente, solo un día despues será mi cumple. No estoy muy seguro de entrar ahora en la edad de la razón, pero levantare mi copa por todos vosotros, para que sigamos hablando de cine y de la vida durante mucho tiempo.
15 comments:
Nunca, por años que viva, llegaré a comprender cómo una mujer tan guapa aceptó casarse con un gañán como tú. :-)
Los hay con suerte.
Un fuerte abrazo para ambos.
Muchas gracias por compartir estos recuerdos, Antonio, y enhorabuena a los dos, porque es realmente es bonito ver a una pareja que se siga queriendo tanto como el primer dia.
Ja, ja, menudo arrebato de romanticismo.
Te felicito por tu valor para mostrarte tan sentimental en estos tiempos donde impera el cinismo más recalcitrante.
Parece el guión de una película de P.J. Hogan, aunque por lo del ambiente londinense y el conflicto familiar-religioso también podría servir como base a una de esas comedias con toque social que bordan Ken Loach o Stephen Frears.
Por cierto, qué envidia lo de Londres, le has tocado la fibra a este anglófilo empedernido.
A mi chica me unió el cine y ya llevamos 13 años juntos, así que se puede decir que el cine hace lazos muy fuertes. Todavía no nos hemos casado ni hemos tenido hijos, pero todo se andará. Eso sí, yo no paso por la vicaría ni de coña, son otros tiempos.
Lo de Bergman ha quedado un poco en el aire, me gustaría que lo explicara algo mejor.
Un abrazo!
Tampoco andaba yo muy mal por aquel entonces, Josep. Ahora estamos ambos un poquito más viejitos. Pero sí, llevas mucha razón. Lola siempre ha sido muy guapa, y hoy, despues de 34 años la sigo llamando guapa todos los días.
Un fuerte abrazote y ya hablaremos, cabroncete.
Gracias a tí, Alicia, y a los amigos que se acercan a este blog. Creo que hubo muchos elementos que nos unieron y posteriormente muchas vicisitudes que apretaron más los lazos....después ha sido una sucesión de bazas del destino y una inmensa suerte, hasta el día de hoy...y espero que mucho más.
Un abrazote.
Gracias Deckard. Creo que a estas alturas de la vida he dejado aparcado el cinismo, porque cuando lo empleé me dió mal resultado. Me gusta dar gracias a la vida porque es de bien nacidos el ser agradecidos y yo lo estoy y mucho. Je, je, es que lo cuentas y parece realmente una peli. Hubo momentos que no me he parado a contar que aun hoy me hacen carcajear....pero sí. Todo es genuino y auténtico.
Hombre, lo de la vicaría fue un bache que hubo que saltar por la época. Hoy no tiene el menor sentido.
Lo de Bergman fue que tras el primer fogonazo en las puertas del Victoria y Albert nos fuimos a Hyde Park y en la conversación vino a cuento "Gritos y Susurros". Lola me habló de lo mucho que le había gustado y yo dije para mí "Coño, con la pueblerina" y eso fue una baza más para el enamoramiento súbito, una enfermedad como otra cualquiera.
Un abrazote.
Anro, mis más sinceras felicitaciones de mi parte (y de mimujer, a la que he invitado a leer tu post y se me ha puesto a llorar y todo). Espero que seais muy felices y que nunca os falte la sonrisa en vuestras vidas. Ay, qué hariamos sin la suerte y el destino en nuestras vidas...
Saludos y felicidades de nuevo.
Muchísimas gracias, Crowley, y naturalmente a tu chica. Fue una buena historia, pero tanto Lola como yo la hemos seguido labrando muy pacientemente hasta hoy. No tengo idea de cuando va a terminar, pero ambos seguimos con la idea de que dure muchísimo tiempo.
Un abrazote para tí y tu chica.
¡Muchas Felicidades!
Muchísimas gracias Harry. Todo un detalle.
Un abrazote
Me he emocionado,
te felicito por la mujer que tienes a tu lado, por tu cumple (que me lo ha dicho un pajarito) y por todo lo demás.
Un abrazo muy fuerte para los cuatro, que tus hijos también tendrán algo o mucho que ver con tu felicidad.
Bienvenida Susi y muchas gracias por tu comentario. Aquí estamos para compartir emociones y si eso se consigue, genial.
Felices vacaciones.
Un abrazote.
La edad de la razón, la edad de la inocencia, la edad de oro...
Lo importante es la edad del corazón.
Y visto lo visto, ese aún es un baby.
Felicitaciones por todos los eventos.
Gracias Father, la verdad que no importa el apellido sino como vivas el nombre.
Un abrazote.
Eso digo yo, juer con la pueblerina.
"Gritos y susurros" es de las durillas y yo soy un gran fan de Bergman.
Un abrazo!
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