No me pregunteis de qué maravillosa máquina del tiempo se ha valido mi imaginación para trasladarme al sigloXIX. Lo cierto es que me encuentro en las verdes tierras del Yorkshire. Es una tarde tranquila, de un sol pálido, que brilla tras una bruma de seda. Voy acompañada de dos mujeres llamadas Emily y Charlotte Brontë, conocidas en nuestro siglo XXI por ser las celebradas autoras de las novelas "Cumbres Borrascosas" y "Jane Eyre".
Ambas han accedido gustosas a una entrevista que yo no tengo muy claro cómo, cuándo y por qué se está celebrando. Ellas, mujeres inteligentes, que trascienden su ascendencia irlandesa, saben que nuestro conciliábulo tiene algo de mágico. A pesar de mi peregrina proposición de que la entrevista sería colgada en Internet, ellas no se han extrañado y se han limitado a sonreir.
Emily, dos años menor que Charlotte, es una mujer de aspecto enigmático, da la sensación de que la persona real se esconde tras sus ojos color avellana. Es alta y delgada. Sus brazos largos y delicados se mueven como ramas esbeltas, acompañando su voz, que tiene un timbre musical grave. Su cutis es demasiado pálido, en él resaltan las venillas rojizas, así su cara resalta bordeada por una gran cascada de cabello oscuro.
Charlotte tiene un aspecto mucho más severo que su hermana. Su peinado, muy cuidado, le hace parecer mayor. La mirada de sus ojos es muy penetrante, pero me da la sensación que es debido a cierta dolencia ocular (me lo confirma las gafas que a veces utiliza). Su hablar es pausado y suave. Medita mucho lo que dice y la sonrisa le afea levemente.
He advertido a ambas que vamos a tener una conversación, que en algún momento puede ser comprometida, tanto a nivel personal como familiar. Ellas han accedido a responder a todo sin reparo alguno.
- Sé que vuestro verdadero nombre no aparecía en las primeras edicciones de vuestros libros, ¿qué seudónimo utilizábais?
- Currer Bell era el mío- dice Charlotte
- Ellis Bell era mi seudónimo, y como puedes comprobar ambos eran nombres masculinos- Emily sonríe.
- Empezaremos hablando de vuestros padres. Se dice que Patrick Brontë tenía una fuerte personalidad y que antes de casarse e incluso despues de la muerte de vuestra madre era un hombre veleidoso con las mujeres valiéndose para sus conquistas de su fortaleza y apostura.
- Sí- contesta Emily- mi padre en su juventud tuvo, al menos eso hemos sabido, varias aventuras. Eso podría deberse a su naturaleza vigorosa y por supuesto a su belleza varonil, que la tenía. Pero tuvo que empezar a sentar cabeza cuando estalló cierto escándalo en Withersfield- Essex. Allí se llegó a comprometer con cierta Mary Burder a la que dejó plantada.
- Pero- tercia Charlotte- él siempre lograba salir airoso (noto cierto resentimiento en Charlotte). Cuando, después de ese escándalo, se hizo cargo de la parroquia de Hartshead, conoció a nuestra madre, María Branwell y se casó con ella. El tenía por entonces 35 años
- Vuestro padre, Patrick, tenía aficiones literarias y tengo entendido que llegó a publicar ciertas obritas. ¿Qué juicio os merece esta faceta paterna?
- Sí -retoma Charlotte la conversación- Publicó un libro de poemas "Poemas de la casita" y repitió en la lírica con "El trovador rural". En novela escribió "La casita del bosque". Si lo doy mi sincera opinión todas estas obras eran mediocres en su estilo y carecen por completo de méritos literarios.
- Estoy en total acuerdo con mi hermana. Pero mi juicio es aún más severo. Son unas obras horribles- tercia Emily.
- Vuestra madre murió cuando ustedes eran apenas unas niñas ¿qué recuerdos tienen de ella?
- Desgraciadamente el recuerdo de nuestra madre está muy difuso, yo apenas contaba tres años y Charlotte apenas cinco, ¿cierto hermana?
- Así es- continua Charlotte- pero lo más penoso fué años más tarde cuando supimos detalles desgraciados de su vida en común con mi padre(el gesto de Charlotte es muy elocuente. Ha sacado un delicado pañuelo y se lo ha llevado a los ojos). Nuestra criada, la señora Gaskel, fue testigo de aquellos años, hasta que nuestra madre murió.
- Parece ser que ciertas historias de la Señora Gaskel han sido puestas en tela de juicio.
- Bueno, todo el mundo sabía lo egoísta, irascible y dominante que era nuestro padre- dice Charlotte. Yo me inclino a creer que eran ciertas las historias de nuestra criada. Ella quería a mi madre y tal vez exageraba, pero en esencia decía la verdad.
- Hay dos historias: la de los zapatos y la del vestido que se consideran apócrifas.
- Yo tengo un vago recuerdo de la historia de los zapatos- dice Charlotte- pero mentiría si los detalles que se dicen son tal como se han comentado.
- Cuando hablamos más tarde de este hecho, tú me decías Charlotte, que lo único que recordabas era el olor a cuero quemado. Parece ser- se anima Emily a contar- que un día nuestra niñera nos sacó de paseo a los páramos. El día, que se presentaba calmo, se tornó de pronto lluvioso y desapacible. Nuestra madre pensó que volveríamos empapados . Así, pues, buscó unos zapatitos que le habían regalado para nosotros. Eran preciosos y de vivos colores. Los colocó frente al fuego de la chimenea para calentarlos. Nuestro padre, cuando los vió allí se puso furioso y dijo que las hijas de un clérigo no tenían por qué calzar aquellos lujosos zapatos y sin que mediara súplica alguna de nuestra madre, los arrojó al fuego.
- ¡Dios mío¡- acierto a decir yo -
- El suceso del vestido fué mucho más desgraciado y terrible- la voz de Charlotte, en este punto de la conversación, se hace frágil- Le regalaron a mamá un hermoso vestido de seda. Mi padre decidió que no era apropiado para ella y le prohibió tajantemente que se lo pusiera. Nuestra madre lo guardó, resignada, en un armario y le puso una llave. De vez en cuando subía al dormitorio, y contemplaba el vestido que nunca podría ponerse. En cierta ocasión, olvidó cerrar el armario. Cuando, alarmada, subió al dormitorio, porque había oído ciertos ruídos, encontró el vestido hecho jirones, exparcidos por el suelo. Mi padre se regodeó en ese estropicio.
La tarde ha caído presurosa y el sol se aleja dejándonos a las tres sumidas en las sombras verdinegras. Me viene a la memoria un bello fragmento de un poema escrito por Emily y que le recito mientras ella me escucha en silencio
Riches I hold in light esteem
And love I laugh to scorn
And lust of Fame was but a dream
That vanished with the morn-
And if I pray, the only prayer
That moves may lips for me
Is-"Leave the heart that now I bear
And give me liberty"
Yes, as my swift days near their goal
'Tis all that I implore
Throught life and death, a chailess soul
With courage to endure!
De pronto la oscuridad ha caído como un telón y un leve escalofrío me ha sacudido. No puedo seguir hablando por hoy. Es como si de pronto un remolino se me llevase y las facciones de mis entrevistadas se disolvieran en la sombra. ¿podré continuar hablando con ellas?
Ambas han accedido gustosas a una entrevista que yo no tengo muy claro cómo, cuándo y por qué se está celebrando. Ellas, mujeres inteligentes, que trascienden su ascendencia irlandesa, saben que nuestro conciliábulo tiene algo de mágico. A pesar de mi peregrina proposición de que la entrevista sería colgada en Internet, ellas no se han extrañado y se han limitado a sonreir.
Emily, dos años menor que Charlotte, es una mujer de aspecto enigmático, da la sensación de que la persona real se esconde tras sus ojos color avellana. Es alta y delgada. Sus brazos largos y delicados se mueven como ramas esbeltas, acompañando su voz, que tiene un timbre musical grave. Su cutis es demasiado pálido, en él resaltan las venillas rojizas, así su cara resalta bordeada por una gran cascada de cabello oscuro.
Charlotte tiene un aspecto mucho más severo que su hermana. Su peinado, muy cuidado, le hace parecer mayor. La mirada de sus ojos es muy penetrante, pero me da la sensación que es debido a cierta dolencia ocular (me lo confirma las gafas que a veces utiliza). Su hablar es pausado y suave. Medita mucho lo que dice y la sonrisa le afea levemente.
He advertido a ambas que vamos a tener una conversación, que en algún momento puede ser comprometida, tanto a nivel personal como familiar. Ellas han accedido a responder a todo sin reparo alguno.
- Sé que vuestro verdadero nombre no aparecía en las primeras edicciones de vuestros libros, ¿qué seudónimo utilizábais?
- Currer Bell era el mío- dice Charlotte
- Ellis Bell era mi seudónimo, y como puedes comprobar ambos eran nombres masculinos- Emily sonríe.
- Empezaremos hablando de vuestros padres. Se dice que Patrick Brontë tenía una fuerte personalidad y que antes de casarse e incluso despues de la muerte de vuestra madre era un hombre veleidoso con las mujeres valiéndose para sus conquistas de su fortaleza y apostura.
- Sí- contesta Emily- mi padre en su juventud tuvo, al menos eso hemos sabido, varias aventuras. Eso podría deberse a su naturaleza vigorosa y por supuesto a su belleza varonil, que la tenía. Pero tuvo que empezar a sentar cabeza cuando estalló cierto escándalo en Withersfield- Essex. Allí se llegó a comprometer con cierta Mary Burder a la que dejó plantada.
- Pero- tercia Charlotte- él siempre lograba salir airoso (noto cierto resentimiento en Charlotte). Cuando, después de ese escándalo, se hizo cargo de la parroquia de Hartshead, conoció a nuestra madre, María Branwell y se casó con ella. El tenía por entonces 35 años
- Vuestro padre, Patrick, tenía aficiones literarias y tengo entendido que llegó a publicar ciertas obritas. ¿Qué juicio os merece esta faceta paterna?
- Sí -retoma Charlotte la conversación- Publicó un libro de poemas "Poemas de la casita" y repitió en la lírica con "El trovador rural". En novela escribió "La casita del bosque". Si lo doy mi sincera opinión todas estas obras eran mediocres en su estilo y carecen por completo de méritos literarios.
- Estoy en total acuerdo con mi hermana. Pero mi juicio es aún más severo. Son unas obras horribles- tercia Emily.
- Vuestra madre murió cuando ustedes eran apenas unas niñas ¿qué recuerdos tienen de ella?
- Desgraciadamente el recuerdo de nuestra madre está muy difuso, yo apenas contaba tres años y Charlotte apenas cinco, ¿cierto hermana?
- Así es- continua Charlotte- pero lo más penoso fué años más tarde cuando supimos detalles desgraciados de su vida en común con mi padre(el gesto de Charlotte es muy elocuente. Ha sacado un delicado pañuelo y se lo ha llevado a los ojos). Nuestra criada, la señora Gaskel, fue testigo de aquellos años, hasta que nuestra madre murió.
- Parece ser que ciertas historias de la Señora Gaskel han sido puestas en tela de juicio.
- Bueno, todo el mundo sabía lo egoísta, irascible y dominante que era nuestro padre- dice Charlotte. Yo me inclino a creer que eran ciertas las historias de nuestra criada. Ella quería a mi madre y tal vez exageraba, pero en esencia decía la verdad.
- Hay dos historias: la de los zapatos y la del vestido que se consideran apócrifas.
- Yo tengo un vago recuerdo de la historia de los zapatos- dice Charlotte- pero mentiría si los detalles que se dicen son tal como se han comentado.
- Cuando hablamos más tarde de este hecho, tú me decías Charlotte, que lo único que recordabas era el olor a cuero quemado. Parece ser- se anima Emily a contar- que un día nuestra niñera nos sacó de paseo a los páramos. El día, que se presentaba calmo, se tornó de pronto lluvioso y desapacible. Nuestra madre pensó que volveríamos empapados . Así, pues, buscó unos zapatitos que le habían regalado para nosotros. Eran preciosos y de vivos colores. Los colocó frente al fuego de la chimenea para calentarlos. Nuestro padre, cuando los vió allí se puso furioso y dijo que las hijas de un clérigo no tenían por qué calzar aquellos lujosos zapatos y sin que mediara súplica alguna de nuestra madre, los arrojó al fuego.
- ¡Dios mío¡- acierto a decir yo -
- El suceso del vestido fué mucho más desgraciado y terrible- la voz de Charlotte, en este punto de la conversación, se hace frágil- Le regalaron a mamá un hermoso vestido de seda. Mi padre decidió que no era apropiado para ella y le prohibió tajantemente que se lo pusiera. Nuestra madre lo guardó, resignada, en un armario y le puso una llave. De vez en cuando subía al dormitorio, y contemplaba el vestido que nunca podría ponerse. En cierta ocasión, olvidó cerrar el armario. Cuando, alarmada, subió al dormitorio, porque había oído ciertos ruídos, encontró el vestido hecho jirones, exparcidos por el suelo. Mi padre se regodeó en ese estropicio.
La tarde ha caído presurosa y el sol se aleja dejándonos a las tres sumidas en las sombras verdinegras. Me viene a la memoria un bello fragmento de un poema escrito por Emily y que le recito mientras ella me escucha en silencio
Riches I hold in light esteem
And love I laugh to scorn
And lust of Fame was but a dream
That vanished with the morn-
And if I pray, the only prayer
That moves may lips for me
Is-"Leave the heart that now I bear
And give me liberty"
Yes, as my swift days near their goal
'Tis all that I implore
Throught life and death, a chailess soul
With courage to endure!
De pronto la oscuridad ha caído como un telón y un leve escalofrío me ha sacudido. No puedo seguir hablando por hoy. Es como si de pronto un remolino se me llevase y las facciones de mis entrevistadas se disolvieran en la sombra. ¿podré continuar hablando con ellas?
4 comments:
Caramba, Hildy! Las hermanas Brönte, ni mas ni menos! Me encantan Cumbres borrascosas y Jane Eyre ¿porqué no me prestas la máquina del tiempo para que pueda conocer a mi admirado William Shakespeare?
Querida Hildy, me descubro ante tí.
¡Chapeau!
¡Bravo!
Una belleza el texto y una idea brillante para formularlo.
Espero ansioso más de lo mismo.
Esa máquina del tiempo, ¿es de una o dos plazas?
Porque si Walter tiene trabajo (que sí que lo tiene), te acompaño yo en el siguiente viaje... :-)
Baccio la sua mano, Signora Poetessa.
Sería una locura Alicia, imaginate que hablas con el "Cisne de Avon" y te dice que él solo era un "negro" de Marlowe o de la Isabela...¿te imaginas la decepción?
Josep, estoy contenta y a la vez abrumada por tus elogios. En honor a la verdad he de confesar que la idea me la dió mi jefe Walter. La idea es suya aunque el trabajo sea mío.
Naturalmente que mi máquina tiene plazas....siempre que exista la imaginación y tengo el pálpito de que tú, Josep, la tienes.
Un beso de Hildy
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